
Desde que Máximo Gallego se convirtió en actor hace 12 años, sus inconfundibles looks le han dado muchas oportunidades interesantes. Pero jugar al papel de un paciente con ictus puede haber sido su función más importante hasta la fecha, porque le ha ayudado a salvarle la vida.
Hace unos dos años, Máximo fue contratado para desempeñar la función de paciente con ictus durante la formación sobre Medidas de reanimación avanzadas para el ictus (ASLS) para profesionales de servicios de emergencias médicas en el Hospital Materno-Infantil de Málaga, en la Costa del Sol. Describe la experiencia como “exclusivamente interactiva y bella”, dado que su objetivo era salvar vidas.
“Nunca había hecho nada así”.
Hasta ese momento, lo único que Máximo sabía sobre el ictus era que un amigo había muerto por él. Sin embargo, a partir de su posición en la camilla, fue capaz de absorber cierta información útil e interesante, incluida cómo detectar un ictus y aplicar una escala neurológica.
Unos meses más tarde, Máximo, su esposa, sus dos hijas y su suegro de 89 añosEnrique Carrión estaban disfrutando de un almuerzo en el patio fuera de su casa de Málaga. De repente, Enrique anunció que no se encontraba bien. Intentó levantarse, pero tropezó y, cuando Máximo intentó ayudar, Enrique se desmayó.
Cuando asistió a su suegro, Máximo se dio cuenta de que no podía mover el brazo, todo lo que había aprendido como actor en el curso ASLS volvió inundado. Se acordó de la checklist de verificación de evaluación del ictus y la siguió hasta la letra, comprobando la movilidad y el nivel de consciencia de su su suegro mientras su esposa llamaba a una ambulancia.
Cuando llegó el servicio de urgencias, Máximo les dijo que Enrique había sufrido un ictus que afectaba al lado izquierdo de su cuerpo. “¿Es usted médico?”, el médico de urgencias quería saberlo. Máximo explicó que había ejercido de paciente con ictus en un curso de formación ASLS y que los síntomas de su suegro eran similares a los que había observado allí.
El médico se sorprendió más que un poco. Confirma que se trataba de un ictus y afirma que este nivel de conocimientos era algo que todos deberían tener.
Sin su “formación” en el ictus, Máximo dice que no sabría qué hacer más allá de hacer que su suegro se sintiese cómodo en el suelo. Podría haber llamado a una ambulancia, pero no tan rápido como lo hicieron.
El hecho de que Máximo fuera capaz de detectar el ictus de Enrique acortó tan rápidamente la circuito de tratamiento. También garantizaba que se le trasladaba directamente a un hospital preparado para el ictus en lugar de al más cercano a su domicilio, que no tenía la capacidad de tratar el ictus agudo.
Gracias a la rápida acción de Máximo, Enrique se ha recuperado sin ningún déficit y sigue disfrutando de su vida. Enrique y la familia están profundamente agradecidos por esta feliz finalización, mientras que Máximo está encantado de haberle sido útil a un ser querido, además de estar justificadamente orgulloso.