Desde que la pandemia comenzó, la mayoría de nosotros hemos tenido que adoptar la “nueva normalidad” en diversos aspectos de nuestra vida. Esto puede incluir trabajar y estudiar desde casa, mantener siempre la distancia social y llevar mascarilla en espacios públicos.
Sin embargo, los profesionales sanitarios rara vez tienen el privilegio de dichas opciones. Bastante al contrario, aún ingresan pacientes en los hospitales que deben seguir siendo atendidos en persona, porque todas las demás enfermedades no se detienen debido a la COVID-19.
Con la preocupación añadida de contraer el virus si no tenemos suficiente cuidado, esto podría traducirse en una respuesta o atención más lenta a los pacientes. Esto ha sido motivo de preocupación entre los especialistas en ictus en todo el mundo, porque en el caso de un paciente con ictus, el tiempo sigue siendo y siempre será esencial.
La Dra. ANA Gomes, coordinadora de la unidad de ictus del Centro hospitalario Tondela-Viseu, que también es coordinadora de RES-Q de Portugal y una ferviente defensora de la Iniciativa Angels, fue uno de los médicos preocupados por cómo afectaba la pandemia a la velocidad del tratamiento de los pacientes con ictus.
Portugal celebró su primer seminario virtual sobre COVID-19 el 3 de abril de 2020, y estaba ahí cuando ella se dio cuenta por primera vez de cuántos hospitales estaban notificando más tiempo de espera, tiempos DTN más largos y otras tendencias preocupantes debido a la COVID-19. Como persona orientada a los datos, quería ver por sí misma cómo había afectado la pandemia al camino del ictus en su hospital.
Considerado uno de los puntos brillantes de Portugal, el equipo de ictus de este hospital es muy propenso a aprender mediante la realización de simulaciones y practicar constantemente la supervisión de calidad (registran a la mayoría de los pacientes para RES-Q en Portugal), según lo demuestran los nueve premios de la ESO-Angels que han recibido, cinco de los cuales fueron los premios Diamante.
En este momento, el hospital había recuperado algo de normalidad en sus rutinas, pero durante el pico de la pandemia, se trasladó su unidad de ictus a otra sala para hacer sitio para los pacientes con COVID-19. También tuvieron que afrontar algunos reveses, como el hecho de que todos los enfermeros de la unidad de ictus tuvieron que ponerse en cuarentena durante 14 días.
Su protocolo era asumir que todos los pacientes con ictus estaban infectados por el virus de la COVID‑19. Cuando un posible paciente con ictus llega al servicio de urgencias, debe vestirse con el EPI, pero todo lo demás sigue siendo igual, incluida la notificación previa (el paciente ya está en EPI), análisis de sangre prioritario, directo a TAC y tratar en la TAC.
Cuando existe una elevada sospecha de que un paciente podría estar infectado, se realizará una TAC de tórax después del tratamiento. Una vez que se hayan completado todas las pruebas radiológicas (incluida la angio), se llevará al paciente a una sala de urgencias para recoger las muestras para la prueba de COVID-19, donde se quedará hasta que se disponga de los resultados. En el caso de un candidato a trombectomía, el paciente se transfiere y recibe como si fuera un paciente positivo para COVID-19.
En mayo de 2020, la Dra. Gomes decidió que era el momento de evaluar este protocolo mediante la realización de una simulación con enmascaramiento y, tras haber recibido la aprobación del director de Urgencias, invitó a la asesora de Angels Claudia Queiroga a observar.
“La principal diferencia que podía ver fue el EPP. Las personas que estaban cerca del paciente tenían que llevar un juego y las que no tenían que proteger la distancia. Vestirse en uno parecía un poco frustrante, pero el equipo era muy eficiente, ya que ya estaban acostumbrados a él”, señaló.
El resultado de la simulación fue sorprendente para todos los implicados. De media, no hubo una gran diferencia en el tiempo y el rendimiento del equipo en comparación con antes de la pandemia. La simulación fue un toque de atención para el equipo de que, a pesar de todas sus preocupaciones, la COVID-19 no afecta al ictus de forma demasiado significativa. Si seguimos formándonos sobre todos los pasos cruciales, como la forma de ponerse los EPI rápidamente, todo se percibirá con tanta naturalidad como antes de la pandemia.